viernes, 19 de octubre de 2012

En el fondo el dilema de la tragedia Antígona -la de Sófocles-, es precisamente sobre el entierro de los muertos. Uno de los hermanos es considerado un guerrero heróico que defendió su ciudad, y al que le corresponde un entierro con todos los honores. El otro hermano es considerado un traidor y por lo tanto no merece ni que le den sepultura, aun después de muerto, en combate con su propio hermano, defendiendo lo que él consideraba justo, es condenado a una segunda degradación: que su cadaver sea devorado por los perros y aves de rapiña y que los huesos sean arrojados a cualquier sitio. 

Antígona, el personaje, durante toda la tragedia intenta darle sepultura al hermano traidor y así honrar a ambos, que aunque no combatieran en el mismo bando ni por las mismas causas, no por ello significa que efectivamente uno sea motivo de orgullo y el otro de vergüenza, por el contrario, en ella se reconoce el amor filial que no tienen nada que ver con la moralidad ni con las leyes.

Quizás Javier Sicilia pudo haberle dado a Felipe Calderón esta tragedia para que la leyera, quien dudo que se llegara a conmover o a entender los límites de la ley y los muertos, sean los que sean son muertos por los que hay que tener un mínimo de respeto, reconocer su condición humana y enterrarlos como personas, no dejarlos a la carroña como si se tratara de fauna silvestre.

Que se diera cuenta de que independientemente de que sean marinos y militares, todos ellos honrados después de la muerte, ciudadanos y policías simplemente contabilizados -y MAL contabilizados-, y los "delincuentes" simplemente despreciados, pongo comillas porque muchos ciudadanos y policías inocentes pasaron a las líneas de la delincuencia con simples e irresponsables declaraciones de Calderón y sus acólitos por no investigar bien quien es quien en cada caso. 

UN delincuente muerto, o un traidor muerto, sigue siendo un humano, no importa lo que haya hecho vivo. No es extraño ver que incluso las cárceles mas pobres y los hospitales psiquiátricos tienen sus propios cementerios. Que algunas personas deban estar fuera de la vida civil, en tanto es estar sometido a las leyes: locos y delincuentes-, no significa que al morir no pueden tener un final más humano, reunir huesos y nombres en un lugar donde "descansen en paz". 

En su tragedia, personal y contra la ciudad, Antígona no dejará de reconocer al hermano héroe, pero quiere dar sepultura digna a su hermano considerado traidor. Como lo quieren cientos de miles de familias, en México al principio del siglo XXI, o como lo quieren miles de familias en el cono sur que fueron azotadas por la Operación Cóndor. 

Por eso es relevante la pregunta dónde están los desaparecidos, hace falta que recuperen sus nombres y reúnan sus huesos, hace falta restituir su dignidad humana, hombres y mujeres, todos y cada uno de ellos. 

Adenda: 
Recordé un planteamiento de cómic, no era todavía guión ni principio de guión sino solo las ideas, que hice para Tets hace años sobre los desaparecidos, es incluso anterior a la guerra idiota del idiota de Calderón. Perdí los archivos de la computadora no sé dónde, pero las ideas han resurgido con claridad, veré si vale la pena retomarlo o llevar esas ideas a otra cosa. Veremos

miércoles, 17 de octubre de 2012

Nunca se me había ocurrido que las osamentas implicaran tanto para los vivos y nos dijeran tanto de los muertos, los muertos humanos por lo menos. Los huesos demuestran literalmente de forma descarnada la humanidad y la mortalidad. Todos reconocemos un esqueleto humano. 

Tienen su dignidad o mas bien prolongan la dignidad de quien ya no está, antes daban soporte al cuerpo, después dan testimonio de lo que fue el mismo, por eso se entierran los huesos de los antepasados y se les rinde tributo a los hombres ilustres de un país, como los huesos que están en la Columna de la Independencia, que con todo y lo macabro que pueda ser los sacaron en 2010 para darles "mantenimiento"... ya saben, el fetichista de Felipe Calderón Hinojosa y su extraño gusto por la muerte... 

Por otro lado los huesos son la pieza clave y la pieza flatante en el rompecabezas sobre el paradero de los desaparecidos, en Argentina, Chile, Peru, incluso en México, sin huesos no hay "certificación" de la muerte, simplemente continúan desaparecidos, aunque lleven en esa condición mas de 30 o 40 años... ¡Que desesperante! No tener los huesos de los desaparecidos pero tampoco tener ni la certeza de que están muertos o vivos y muy probablemente tampoco tienen la esperanza de que estén vivos, quizás solo la de recuperar los huesos.

Lo mismo pasa con todas las desaparecidas y asesinadas en Ciudad Juárez. Mezclan las ropas de las víctimas para despistar. Quizás también los huesos, los pocos examenes de ADN que se hacen a los familiares y a los restos encontrados raras veces son concluyentes. Raras veces cierran en capítulo y raras veces se pueden enterrar. Echar tierra al asunto, pues. Cerrarlo.

Los huesos de los santos, los fetiches, las reliquias.  Así como el nombre, los huesos dan identidad. Jesus libera al endemoniado de Gerasa hasta que conoce su nombre, es Legión, porque son muchos, son multitud. En las fosas comunes igualmente son Legión, y hasta que cada uno de ellos no recibe un nombre, hasta que no recupera su identidad no puede ser separado y finalmente enterrado. 

No lo había pensado.

La relevancia de las tumbas, sean pirámides, túmulos, catacumbas, mausoleos, monumentos nacionales, o una simple tumba en el panteón del pueblo donde nacieron... la conjunción de los huesos y el nombre de los muertos es lo que los conserva, con perfecta y clara identidad, entre los vivos, que les rinden culto, o simplemente los recuerdan de una u otra forma. Dan dignidad a las personas más allá de la muerte. 

Cuántos muertos sin nombre, cuántas tumbas sin nombres, cuántos huesos sin tumbas... cuántas tumbas son huesos.

lunes, 15 de octubre de 2012

En el fondo no extraño tanto mi cuaderno rojo (ese tan bonito con una estampa de Mono Corp al frente que no terminé de escribir), como extraño a quien se lo llevó

Recuerdo que me dijo que se lo quedaba aunque no lo hubiera terminado de usar no sólo porque los poemas que había en él eran para ella, sino porque tenía la ilusión de que la alcanzaría y junto con ella terminaría de escribir ese gran poema. 

Quiero pensar que lo guardó en algún lugar seguro donde depositó todo lo que fuimos y que siguió adelante en su vida... o que le prendió fuego para olvidarme como tantas veces amenazó antes de que admitiéramos cuánto nos amábamos. 

Hoy me trajo hasta aquí dos pensamientos o recuerdos completamente disímbolos: el comentario burlón de Hegel contra la frenología en la Fenomenología del espíritu y un verso mal citado de T.S. Eliot de La tierra baldía: no son los huesos que perdieron los muertos, sino las perlas que fueron sus ojos... 

He estado pensando en eso, en los esqueletos, humanos y animales, de cómo los despojos son símbolo de lo que alguna vez estuvo vivo... Creo que todo tiene que ver con que en la época de ese cuaderno estaba pasmado/fanatizado con Hegel y Eliot y con cómo en este mismo momento va declinando el año y las cosas van "muriendo" para luego "renacer"... 

Sería una historia bonita si no me la hubiera contado tantas veces a mi mismo... o si no me lo siguiera reprochando a mi mismo.