lunes, 18 de febrero de 2013

No perdía nada con preguntar pero...

Recientemente hemos vivido una serie de hechos y circunstancias que me recordaron mucho a lo que contaba en mi primer intento de novela, Discordia, al grado que se me ocurrió que podría re-escribirla y terminarla esta vez en una especie de actualización, algo así como Discordia 15 años después

Lo curioso es que no es la primera vez que la anécdota/circunstancia de Discordia se repite, sino que esto sucede cada 4 o 5 años, como por ejemplo al llamado Verano del Amor...

Ello me impulsó a intentar recuperar la libreta original, porque no lo dije la primera vez que hable de esa novelilla, pero la libreta no la tengo desde hace años, y resulta que quién pensé que podía tenerla no la tiene, así que tal vez la tenga quien no me dan ganas de preguntarle si la tiene.

Hace unos meses en una conversación extraña con Diego le preguntaba si sería de mal gusto pedir de vuelta algunos cuadernos de regalé/ofrecí/dejé en manos de algunas personas, y me decía que no, pero que debía ser mas o menos respetuoso y que tuviera la confianza para pedirlos... lo cual es imposible en la mitad de los casos.

Y llegué al momento en que tuve que detenerme y preguntarme si realmente quiero recuperar esos cuadernos y libretas porque hay algo importante o interesante en ellas, o si en realidad con los años he perdido la desfachatez y el engreimiento de creer que puedo escribir versos (buenos versos) y quiero recuperarlos para hacer desaparecer las evidencias. 

Esta segunda opción hoy día me parece más acertada. 

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